El fútbol nació como un deporte y hoy día es una mezcla de negocios y poder. El cambio es producto del autoritarismo que, con la excusa de organizarlo, ha prevalecido como sistema. Precisamente es lo que cuestiona el columnista. Y la Confederación Brasilera de Fútbol no es diferente a la Asociación del Fútbol Argentino ni la Federación Internacional de Fútbol Asociado.
S. PAULO (CartaCapital). En el fútbol chino, los gritos de la hinchada parecen salidos del jardín de infantes. "Nuestro equipo es mejor que el tuyo", dicen unos. "China, juegue bien", afirman otros. Son algunas de las expresiones escuchadas hoy día en los estadios de China. Vivir en un mundo así quizás sea el sueño de los líderes del fútbol brasileño. Algunos de ellos incluso están actuando para tratar de volver al deporte tan autoritario como el gobierno chino.
El tramo final del campeonato brasileño lanzó una ola despótica. El 29/10, durante el partido entre Náutico y Atlético-GO, en el estadio Dos Aflitos, en Recife, el árbitro Leandro Vuaden retrasó 15 minutos el inicio del partido porque no le gustaba el contenido de una bandera levantada por la hinchada pernambucana: "No nos van a derriban con el silbato!", habían escrito los hinchas, indignados con lo que, evaluaron, eran errores de arbitraje contra el Nautico. Vuaden sólo autorizó el puntapié inicial después de que la hinchada, por indicación de la policía, retiró la bandera.
Antes, el domingo 21, había sido el turno de que la hinchada el Atlético-MG protestara. En el estadio Independencia, en Belo Horizonte, donde el club recibió al líder Fluminense, la hinchada organizó un mosaico con los colores del equipo y con la inscripción CBF (Confederación Brasileña de Fútbol) al revés. Era una insinuación de que el Fluminense estaría siendo beneficiado por el arbitraje y por las decisiones de la Corte Suprema de Justicia Deportiva (STJD). El árbitro no se quejó del mosaico atleticano. Pero sí lo hizo el procurador del STJD, Paulo Schmitt: "Esta manifestación levantó la hipótesis de que existe corrupción en la CBF, y debe ser llevada al tribunal, por lo menos", anunció Schmitt al canal ESPN Brasil.
No es necesario ser un constitucionalista para entender que ambas actitudes dañan el derecho de expresarse libremente, que es una garantía constitucional para todos los brasileños. En un estadio de fútbol, al menos debería ser así, la Constitución está en vigencia y no rige un estado de excepción. Para Vuaden y Schmitt tal vez sea difícil de entenderlo. Después de todo, ambos integran un sistema con características similares a las del gobierno chino (donde la gente es dócil a la fuerza): autoritarismo, falta de transparencia y la negativa a dar explicaciones al público.
La reacción de Vuaden es el resultado de la carta blanca que los árbitros obtienen de la CBF. Los árbitros pueden, en la mayoría de los casos, equivocarse a voluntad sin sufrir una penalización importante. Sólo tienen problemas de peso cuando afectan a clubes importantes, aquellos que no pueden ser dañados. Pero en el resto de las ocasiones gozando de impunidad, los árbitros se vuelven pequeños dictadores. El autoritarismo está expreso hasta en la actitud de algunos de ellos. Algunos muestran la tarjeta delante de la cara del jugador. Otros gesticulan histéricamente. El lado más claro del autoritarismo se demuestra en que los castigos más severos son para el atleta que cuestiona la autoridad del árbitro cuando considera que éste pone en riesgo la integridad física de un compañero.
El caso de Schmitt es más grave. Al llevar la protesta de la hinchada atleticana al STJD, el procurador está actuando como abogado de la CBF y del propio STJD. Si Schmitt tuviera independencia, estaría investigando las denuncias contra la CBF, o el extraño caso del auditor del STJD Jonas Lopes Neto, quien a principios de octubre sancionó (por una jugada peligrosa), a la principal estrella del Atlético-MG, Ronaldinho Gaúcho, al mismo tiempo que expresaba hostilidad al jugador en una red social.
Schmitt no tiene independencia porque la Justicia deportiva brasileña actúa como el gobierno chino. Está organizada para no ser transparente ni estar libre. Los 9 miembros de la Sala Plena de la STJD, instancia máxima de la entidad, son designados por el CBF (2), federaciones (2), deportistas (2) y árbitros (1) y por la Orden de Abogados de Brasil (2). Los miembros del plenario eligen al procurador e indican a los 25 miembros de las comisiones disciplinarias. La CBF paga todas las cuentas del STJD y se queda con el dinero recaudado por las multas impuestas por el tribunal.
Tal como se puede observar, a diferencia del Estado brasileño donde Ejecutivo, Poder Judicial y Ministerio Público disfrutan de su independencia, en el fútbol la CBF, el STJD y la Fiscalía General son parte de un mismo todo, tal como sucede en los países autoritarios. También, tal como sucede en las dictaduras, quien cuestiona el poder establecido está a merced de la Justicia. Por eso, no son extrañas las diversas acusaciones de favoritismo hacia un club -va cambiando segun la temporada- que tendrían la CBF y del STJD. Estas son, por mínimamente, plausibles.
Este sistema oscuro se perpetúa porque no hay interés en cambiarlo. La CBF, que factura millones con la selección brasileña y nada invierte en el fútbol local, no tiene ningún interés en crear una justicia deportiva independiente. Ninguno de los ex presidentes del STJD expresó la necesidad de reformar la institución vigente. El actual presidente de la corte, Flavio Zveiter, hijo de Luiz Zveiter, ex presidente del mismo tribunal conocido por numerosos procesos disciplinarios a los que responde ante el Consejo Nacional de Justicia, tampoco parece tener esa intención. Todo conspira para que las cosas sigan como están. Está claro que la acción contra los aficionados del Atlético-MG es sólo una parte del agujero negro en el que se convirtió el fútbol brasileño.
Fuente: http://www.urgente24.com
No hay comentarios:
Publicar un comentario